Con tantos cambios de la economía es imposible no pensar en que, en algún momento, podemos necesitar un préstamo: plata que nos desembale en una temporada de vacas flacas.
–¿Veci, no tiene más sencillo?– Te dice el taxista, mientras te devuelve ese billete de cincuenta en una cuadra sin tiendas, sin señor de los aguacates, sin nadie que ostente o demuestre sencillo, a la una de la mañana.
Durante muchos años se nos dijo que tener casa propia hacía parte de las etapas de la vida: estudias, trabajas, te casas, tienes hijos, compras casa, trabajas más y luego mueres.
Escribir es siempre escribir para alguien. Cuando empezó Metidas de Plata, nos imaginábamos nuestros lectores como jóvenes arrancando o en la mitad de los 20.